viernes, 5 de septiembre de 2014

Calabazos


         "Que si fue, que si vino, que si calabaza, que si pepino"


          Durante una visita a unos amigos en un campo situado próximo al Parque Natural de los Alcornocales, en Alcalá de los Gazules, observé colgando de un sombrajo, un calabazo. 
          Recordé, en ese momento, que mi padre y mis tíos empleaban los calabazos como recipientes para guardar las semillas de un año para otro.

          Los había de diferentes formas y tamaños.
          Cuando estaban secos, le hacían un corte en el extremo superior, extraían las semillas y quedaban huecos.
          De manera que sólo se necesitaba un  tapón de corcho y ya tenían el recipiente. 
          Había un calabazo que contenía las pepitas de sandía, otro con las de melón, de pepino, otro con habichuelas blancas, o negras, con guisantes, etc.

          Se le ataba una cuerda y se dejaba colgando del techo, para que las semillas permanecieran secas y en óptimas condiciones para la siembra del año siguiente.
          Estuvimos un rato hablando de los calabazos y recordando anécdotas relacionadas con ellos.

          Terminada la jornada, cuando nos despedimos de los amigos, me entregaron uno y lo guardé como recuerdo.

          Al año siguiente, en el mes de marzo, lo abrí y extraje las semillas con la intención de sembrar algunos.
          Pensando en el lugar más idóneo, recordé que se sembraban fuera del terreno de cultivo, cerca de los vallados y de arbustos a los que se pudieran enredar, porque es una planta trepadora.             
          Elegí un sitio soleado, junto a un muro de piedra. A los pocos días brotaron las semillas y en un par de semanas se extendieron las matas.
          Algunos tallos adquirieron una longitud de varios metros, e incluso treparon a un olivo cercano. 
          Hasta un pequeño olmo que crece junto a un  cañaveral fue víctima de su afán expansivo.
          Poco a poco fueron apareciendo gran cantidad de flores  masculinas de color blanco.
          Y a continuación flores femeninas en las que se apreciaban pequeños frutos.
          A los pocos días algunos tenían un tamaño considerable y por los extremos de los tallos seguían apareciendo frutos nuevos.
          Según el lugar en el que se desarrollaba, aparecían con el cuello recto o curvo. Uno creció entre las piedras y quedó deformado.
          Los primeros en nacer empezaron a cambiar el color de la piel de verde a amarillento.
          Por último el color fue adquiriendo una tonalidad marón que indicaba que la maduración se había producido. En ese momento recogí los primeros.
          Pronto se secaron y se me ocurrió buscarles utilidad, así que los transformé en jarrones con flores.
          En otro tiempo se usaban como cantimploras y ha quedado como uno de los símbolos de los peregrinos del camino de Santiago.
           También se utilizan como lámparas, tras un trabajo previo de marquetería. 

          O como utensilios para manipular líquidos o granos.
          En Canarias, en la Isla de La Palma, existe la tradición de emplear los calabazos atados a largos palos para elevar el agua que se utiliza en el riego, lo que posteriormente derivó en un deporte.

         En la siguiente web hay una descripción de esta práctica, (la transcribo a continuación):

http://www.gobiernodecanarias.org/educacion/culturacanaria/juegos/juegos.htm, .


El Calabazo

          El calabazo es una manifestación derivada de la labor de riego de los campos y de la necesidad de salvar los desniveles de las terrazas que forma el terreno. Se denomina calabazo por el artefacto empleado para el riego, que en otro tiempo estuvo constituido por una parte de una gran calabaza que se ajustaba al final de un largo palo. Esta práctica se localiza solamente en el Valle de Aridane (La Palma). La referencia más antigua que se conoce del riego con calabazo data de 1868 en una carta registrada, teniendo constancia de que el canal de aguas donde se utiliza comenzó a construirse en 1555.
 Ramón «Papachola» regando al Calabazo.
Los Llanos de Aridane, La Palma, 1990.
          A pesar de su escasa tradición como juego, no podemos sustraernos al fenómeno sociológico que representa la organización de una actividad deportiva rural surgida de las viejas pugnas circunstanciales entre las parejas de calabaceros.
          En cuanto al origen del calabazo, como artefacto de labor, parece tener su principal influencia en la cultura portuguesa, que tuvo cierta relevancia en La Palma. En la actualidad, esta práctica se conoce en Portugal, aunque sin carácter lúdico.

          La primera noticia de la práctica del calabazo con un carácter lúdico organizado es reciente. Anteriormente, se sabe del uso de la pugna puntual entre las parejas que extraían el agua, que se medían entre sí a ver quién aguantaba más.
          El paso de actividad de riego a juego, se origina por el celo del propio trabajo; por un lado, se trataba de regar con la mayor cantidad de agua en un tiempo limitado de riego; y, por otro, el hecho de que los calabaceros actuasen por parejas dejaba evidencia de quién no aguantaba el ritmo del otro, suponiendo esto motivo de comentarios.
          La técnica de ejecución es muy depurada y se divide en cuatro fases: llenado, recorrido del calabazo hasta la regadera, descarga y retroceso.

          En la actualidad, el calabazo está presente en las fiestas de Argual, en Los Llanos de Aridane. En los certámenes de juegos tradicionales se compite en ver quién realiza mayor número de movimientos sin derramar el calabazo, o también en llenar antes un depósito de 500 litros.

RECETA:  Crema de verduras.

INGREDIENTES:

    Medio vaso de aceite de oliva virgen extra.
    3 puerros grandes.
    2 calabacines con piel.
    2 zanahorias.
    1 trozo de calabaza.
    1/4k. judías verdes.
    1 patata vieja.
    Agua.
    Sal.

    PREPARACIÓN:

             Lavar y trocear los puerros, calabacines, judías verdes, calabaza, patatas y zanahorias.

             Calentar el aceite en la olla exprés, añadir los puerros y rehogar. Antes de que llegue a dorarse los puerros, añadir el resto de las verduras. Agregar una cucharada de sal y cubrir de agua.

             Cerrar la olla y dejar pitando 30 minutos.

           A continuación, destapar, triturar todo con la batidora y servir.

    Decorar con unas hojas de hierbabuena.