domingo, 15 de junio de 2014

Primera cosecha de damascos

          Del siguiente refrán se deduce el efecto laxante de los damascos. 

          "Damascos de Bornos y agua del cañuelo, enaguas arriba, calzones al suelo·".

          Hace ya cuatro años que planté el damasco. La primavera pasada sólo dio un fruto.
              Sin embargo este año la floración presagiaba que la cosecha sería más abundante.
          Al poco tiempo ya se podía apreciar la cantidad de frutos que habían cuajado.
          A los cuantos días ya tenían un tamaño considerable, pero aún estaban verdes.
          A la semana siguiente el color verdoso se tornaba en amarillento, lo que indicaba que comenzaba la maduración.
          Cuando el color amarillo predominaba entre los frutos, me aventuré a probar uno, pero el sabor ácido me hizo desistir a mitad de la prueba.
           Unos días más tarde varios damascos habían madurado. Al hacer presión con los dedos se podía apreciar que se habían reblandecido, lo que indicaba que estaban listos para consumir.
         El crecimiento del árbol ha sido rápido, tal vez porque lo sembré cerca de las cochineras en las que mi padre engordaba los cerdos que cada año sacrificábamos en la matanza. Aún hay estiércol alrededor porque hasta hace poco mi vecino Curro estuvo criando cochinos en ellas, pero tuvo que dejarlo acuciado por el papeleo, las vacunaciones, los requerimientos de los veterinarios para que mejorara las cochineras, etc, y ahora vuelven a estar vacías.
          Los ratos de soledad en el campo invitan a la reflexión y al recuerdo. A veces las cochineras vacías me regresan a la infancia en los días de matanza. Nos levantábamos muy temprano para ver, antes de irnos al colegio, como mi padre y mi tío encendían el fuego, y ponían a calentar el agua en el caldero, que serviría para pelar el cochino una vez sacrificado. Los hombres se encargaban de matar el cerdo, pelarlo, sacarle las vísceras, la pella, los lomos, el tocino, etc y las mujeres de mover la sangre para que no se coagulara y poder utilizarla en las morcillas que harían más tarde cortando a pedacitos carne, grasa y añadíendole además varios tipos de especias. Preparaban la comida del día (guiso de asadura el primer almuerzo, guiso de coles para la cena, y guiso de patas para el almuerzo del segundo día). Salaban el tocino, y hacían el lomo metido en manteca.
          Pepi, a pesar de no haber tenido una infancia en el campo y ver las matanzas, aprendió de su madre a hacer la manteca colorá  y de vez en cuando la hacen y la reparten a toda la familia.

          He aquí la receta.

INGREDIENTES
  • 4 kilos de carne de cerdo troceada (babilla y cadera).
  • 4 kilos de pella.
  • 5 cabezas de ajos.
  • 2 cucharadas soperas de vinagre.
  • 3 pimientos secos.
  • 1 vaso de agua.
  • Orégano.
  • Sal.

PREPARACIÓN
En el perol grande se coloca en el fondo la carne con un poco de sal, encima la pella, cuatro cabezas de ajo enteras, a las que se le quita previamente la coronilla y la primera piel, el orégano desmenuzado, el vinagre y se pone a fuego lento y tapado.
En un cazo con el vaso de agua se ponen a hervir los tres pimientos secos, a los que les hemos quitado el corazón con las semillas y el rabo, y se deja hirviendo hasta que quede blando.
En el mortero, se maja la otra cabeza ajos crudos pelados, un poco de sal, los pimientos secos hervidos y se le añade el agua empleada para hervirlos. También se puede hacer triturándolo todo con una batidora.
El majado o triturado, se vierte en el perol y se deja a fuego lento, aplastando de vez en cuando, con el cucharón de madera las tajadas de pella, hasta que la carne quede tierna, la pella se haya derretido y evaporado el agua. 
Tras unas cuatro horas de cocción, se retiran las cabezas de ajo enteras, estrujándolas para que suelten la manteca que las impregnan. 
          Solo queda verterla en los recipientes empleando un colador y dejarla enfriar.