jueves, 25 de abril de 2013

Habas, chícharos y jopos

         REFRANES:

        "En todas partes cuecen habas y en mi casa a calderadas."
         (Todos somos iguales)

        "Son habas contadas"
         (Lo que sea, es escaso o evidente)

          El origen de esta frase, al parecer proviene de que hubo un tiempo en el que se empleaban las habas para hacer pequeñas operaciones matemáticas, o para echar algo en suerte. También se dice que en alguna congregación religiosa de Cádiz, se empleaban en las votaciones: habas para votar sí y altramuces para votar no.

         A parte de estas curiosidades, lo que os quiero contar es como ha ido la producción de habas y chícharos.
 














          Allá por diciembre sembré las habas. El clima les fue favorable y nacieron con fuerza.
 


















          Un poco más tarde le tocó a los chícharos, los sembré pegados a una malla metálica para que se enredaran en ella.
 

















 
            A pesar de la plaga de caracoles que los devoraban, tanto las habas como los chícharos llegaron a florecer y están dando sus frutos.



 















          Pero ha aparecido el temido jopo.
 


















          Lo que significa que han sido víctimas de una planta parásita que terminará por matarlas.
 

            He buscado información sobre esta planta, que parasita a las habas y los chícharos
 
          Resulta que del Jopo de las Habas u Orobanche crenata Forsk, es una de las varias especies que existen pertenecientes a la familia Orobanchaceas,  cuyo nombre vulgar es jopo. Parasita un elevado número de especies vegetales y con especial agresividad varias leguminosas, entre las que se encuentran las habas y los guisantes.


          El Jopo puede causar graves daños y en algunas zonas es el factor limitante para su cultivo, debido a las fuertes infecciones que provocan la pérdida total de la producción.

          Su altura puede llegar hasta un metro e incluso más, aunque no es corriente un desarrollo tan grande y por lo general no pasa de los 40 centímetros.

          El Jopo tiene un color amarillo rojizo o violáceo. Su inflorescencia terminal puede tener hasta 150 flores.

          La producción de semillas en el jopo es muy elevada. Suele variar entre 50.000 y 500.000 semillas por planta, según el tamaño de ésta. Las semillas de jopo son muy pequeñas, de unos 0,2 mm de longitud; aún cuando no tienen ninguna estructura morfológica especial para ser transportadas por el viento, su pequeño tamaño hace suponer que este factor juega un papel importante en su diseminación, es muy persistente en suelo, hasta 15 años con poder de germinar. Cuando la semilla es estimulada por los exudados de la raíz de las habas, germina y se une a ella, conectando sus vasos conductores con los de las habas, comenzando a nutrirse totalmente de la planta parasitada.

           Este parásito no es capaz de alimentarse por si mismo, por lo que todo lo que necesita para su desarrollo lo toma de la haba.

          El jopo succiona y utiliza intensamente el agua y los elementos nutritivos elaborados por la planta de haba de tal forma que ésta se ve dificultada o incluso totalmente imposibilitada para proseguir su desarrollo

          Las plantas de habas atacadas tienen abortos de sus flores, las flores fecundadas dan frutos raquíticos que muchas veces se secan.


          El control del Jopo se realiza mediante técnicas como la rotación de cultivos, el empleo de genotipos tolerantes y resistentes, la destrucción de plantas afectadas, la eliminación del jopo antes de que fructifique…. Pero para cada una hay cuestiones a tener en cuenta.



          La escarda manual, práctica muy costosa e ineficaz debido a que los jopos, una vez emergidos, ya han ocasionado la mayor parte del daño a las habas.

          Retrasar la fecha de siembra del cultivo de las habas. Esta fecha influye en la época y estado de desarrollo del cultivo en el que se instala el parásito y en la intensidad de su competencia.

          Una rotación de cultivos en la que solamente se incluyan las habas u otro cultivo susceptible al jopo cada 8 ó 10 años, es una práctica efectiva para evitar las infestaciones de jopo.

          El riego parece ser que hace decrecer las infestaciones de jopo. Cuando un suelo infestado se riega, la competición de los jopos con el cultivo se aminora y el número de jopos que aparecen en años sucesivos disminuye, desapareciendo casi por completo al cabo de los 2 ó 3 años.

          La esterilización del suelo por medio del calentamiento de la capa más superficial del suelo a 50 ó 60 grados mediante cubrición de éste con láminas de plástico en la época estival, han mostrado ser, métodos eficaces para reducir casi totalmente, el poder germinativo de las semillas de jopo.

RECETA:

      HABAS TIERNAS CON HUEVO.

      INGREDIENTES:

          1/2 Kg de habas tiernas.
          1 manojo de cebollas frescas o escalonas.
          2 huevos.
          Aceite de oliva virgen.
          Sal.

      PREPARACIÓN:

          Se pelan la habas y se colocan en un recipiente con agua para enjuagarlas.  



          A continuación se trocean las cebollas.

          En la sartén con el aceite de oliva se pochan las cebollas.
          Y por último se le añaden las habas y la sal y se deja a fuego lento, tapadas, hasta que pierda el agua que le quedó del enjuagado y se frían.


          A continuación se añaden los huevos y se vuelve a tapar.


          Se deja al fuego hasta que los huevos queden fritos.





jueves, 11 de abril de 2013

Ya parió la cabra

REFRANES:

Donde rumian cabras, chivos nacen. 

Si el chivo no le mama, ganancia para la cabra.

A la mujer y a la cabra, soga larga.

Cabra loca, desgraciado al que le toca.

Donde la cabra muerde, la rama pierde.

Ni gato en palomar, ni cabra en olivar.


          La cabra del vecino ha parido. Con la lluvia de estos meses tiene hierba de sobra para alimentarse, y está fuerte para amamantar a la cría.
          El chivo, como la madre, es de color rojizo y da gusto verlo corretear por el cercado.
 
 














          
           Hablando con el dueño, me comentó que no la ordeña porque es primeriza, y le deja toda la leche para que dé de mamar al chivo.

          Al ver esta escena, mi mente regresa a la infancia, época en la que tanto mi padre como mi tío Pepe tenían una vaca suiza. Cuando paría casi toda la leche la consumíamos en la casa.


          Se ordeñaba dos veces al día, una por la mañana y otra por la tarde. 


          En muchas ocasiones, los niños observábamos el ordeño, y pedíamos a mi padre que dirigiera el chorro de leche, de la teta de la vaca, hacia nosotros. Abríamos la boca y desde lejos bebíamos la leche recién ordeñada. Terminábamos con toda la cara enlechada. Esto ahora es impensable.
 
           Recién parida la vaca, en el primer ordeño se obtenían los calostros. Para cocerlos el proceso era laborioso porque con mucha facilidad se cortaba y perdía parte de sus propiedades, o se quemaba y el sabor se hacía desagradable.
           De este menester casi siempre se encargaba mi tío Pepe. Empleaba un caldero de cobre que colocaba sobre unas trébedes.
          En el fuego de leña, que debería controlar, de manera que el caldero recibiera el calor suficiente, pero no en exceso.
          Buscaba una caña fina, y tras pelarla y limpiarla, cortaba un trozo de 50 ó 60 centímetros. 

          Una vez vertidos los calostros en el caldero, y a fuego lento, iba moviéndolo con la caña, a un ritmo constante.

           El roce de la caña con el caldero producía un sonido grave. Mis primos, mis hermanos y yo, permanecíamos atentos a todo el proceso. Mientras se cocía el calostro, el tío Pepe, con la bondad que le caracterizaba, nos contaba alguna historia. Recuerdo que decía que si escuchábamos atentamente el sonido de la caña contra el caldero, ella avisaba cuando la cocción había finalizado. De ese ronroneo debíamos extraer un sonido parecido a palabra sueltas. 

          Él decía: estad atentos porque cuando se oiga que la caña dice " catarrú, catarrú", los calostros están hechos. 

          Hoy os puedo asegurar que efectivamente la caña hablaba. Tengo grabada en el recuerdo, la escena de todos junto al fuego oyendo boquiabiertos las palabras mágicas:

"catarrú, catarrú"