jueves, 11 de abril de 2013

Ya parió la cabra

REFRANES:

Donde rumian cabras, chivos nacen. 

Si el chivo no le mama, ganancia para la cabra.

A la mujer y a la cabra, soga larga.

Cabra loca, desgraciado al que le toca.

Donde la cabra muerde, la rama pierde.

Ni gato en palomar, ni cabra en olivar.


          La cabra del vecino ha parido. Con la lluvia de estos meses tiene hierba de sobra para alimentarse, y está fuerte para amamantar a la cría.
          El chivo, como la madre, es de color rojizo y da gusto verlo corretear por el cercado.
 
 














          
           Hablando con el dueño, me comentó que no la ordeña porque es primeriza, y le deja toda la leche para que dé de mamar al chivo.

          Al ver esta escena, mi mente regresa a la infancia, época en la que tanto mi padre como mi tío Pepe tenían una vaca suiza. Cuando paría casi toda la leche la consumíamos en la casa.


          Se ordeñaba dos veces al día, una por la mañana y otra por la tarde. 


          En muchas ocasiones, los niños observábamos el ordeño, y pedíamos a mi padre que dirigiera el chorro de leche, de la teta de la vaca, hacia nosotros. Abríamos la boca y desde lejos bebíamos la leche recién ordeñada. Terminábamos con toda la cara enlechada. Esto ahora es impensable.
 
           Recién parida la vaca, en el primer ordeño se obtenían los calostros. Para cocerlos el proceso era laborioso porque con mucha facilidad se cortaba y perdía parte de sus propiedades, o se quemaba y el sabor se hacía desagradable.
           De este menester casi siempre se encargaba mi tío Pepe. Empleaba un caldero de cobre que colocaba sobre unas trébedes.
          En el fuego de leña, que debería controlar, de manera que el caldero recibiera el calor suficiente, pero no en exceso.
          Buscaba una caña fina, y tras pelarla y limpiarla, cortaba un trozo de 50 ó 60 centímetros. 

          Una vez vertidos los calostros en el caldero, y a fuego lento, iba moviéndolo con la caña, a un ritmo constante.

           El roce de la caña con el caldero producía un sonido grave. Mis primos, mis hermanos y yo, permanecíamos atentos a todo el proceso. Mientras se cocía el calostro, el tío Pepe, con la bondad que le caracterizaba, nos contaba alguna historia. Recuerdo que decía que si escuchábamos atentamente el sonido de la caña contra el caldero, ella avisaba cuando la cocción había finalizado. De ese ronroneo debíamos extraer un sonido parecido a palabra sueltas. 

          Él decía: estad atentos porque cuando se oiga que la caña dice " catarrú, catarrú", los calostros están hechos. 

          Hoy os puedo asegurar que efectivamente la caña hablaba. Tengo grabada en el recuerdo, la escena de todos junto al fuego oyendo boquiabiertos las palabras mágicas:

"catarrú, catarrú" 

          




5 comentarios:

  1. Muy emotivo primo,cuantos recuerdos.

    Un abrazo

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    1. Cuán presto se va el placer,
      cómo, después de acordado,
      da dolor;
      cómo, a nuestro parecer,
      cualquier tiempo pasado,
      fue mejor.

      (Jorge Manrique).

      Un abrazo también para ti.

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  2. Pareja, os podeis pasar por este enlace para recoger el premio que El Terrao os ha concedido.

    http://elterrao-dosurbanitasenelcampo.blogspot.com.es/2013/04/nuestrs-nominad-al-premio-best-blog.html

    Enhorauena por el premio y por supuesto por el blog!!!
    Un abrazo.
    Mª Ángeles y Rafael desde EL TERRAO

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    1. Estamos en Oviedo, el día 18 pasaremos por Merida de vuelta para Cadiz. Nos podriamos desviar y pasar por El Terrao para conocernos.

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    2. Estaríamos encantados con vuestra visita!!! ¿¿¿Cómo podemos saber vuestro horario del día 18 (lo digo por ver como cuadramos con nuestro horario de trabajo)
      Te dejo mi correo electrónico y nos ponemos en contacto por él o por los blogs,me da igual, ambos los veo frecuentemente.
      angel.carb1@gmail.com
      Esperamos vuestras noticias!!!
      Un abrazo desde EL TERRAO.

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